lunes, 3 de junio de 2013




Mi vida antes que esto, ha sido como ese hacer que no hay nadie en casa.
Esa vacuidad en una cosa que se supone está llena, y vibrante, y palpitante.
Mi vida ha sido, hasta este punto, hacerme el muerto.
Ya basta!
No puedo telcear toda la noche en este departamento de aguas!
mi hija se despierta a las 3 de la mañana, tiene el poto cocido,
y mi mujer no me habla, porque le he gritado, le he escupido
cuanto pude decir de ella en la cara. Nada de mentira, en todo
caso; pero nada también que se justifique, sobre todo en quien
como yo guarda las composturas, o al menos, intenta ser adulto.
Mi vida, después de esto, ha sido un tubo de oxigeno
que se ha tirado al bote de la basura, porque no da más
respiros. Pero escribo.
Pican los ojos, duelen los pies, pagan poco;
bienvenido a Santiago de Chile, el ano más profundo,
y mejor faenado del Reyno de Chile; el sitio
mas propicio para hacer germinar la mierda
más poética que las gaviotas de San Juan de la Cruz.
Que mas da, trabajo, igual, en la torre más alta de la metrópoli,
una desproporcion de más de cien pisos, que está que se cae
muerta, y que, como un mal presagio, se ha ergido
frente al WTC de Santiago, una nimiedad de edificio,
pero con una carga simbólica irrenunciable; vivo, me desvivo
trabajando en esa torre, vendiendo libros, leyendo, viendo
pasar una y otra vez a la misma persona en distintos cuerpos
y con distintos animos, trabajando! que actividad ! la que en un pasado
muy poco remoto repulsaba, y además en el centro nacional
del capitalismo, en la evidencia material, concreta de toda la
mierda mundial; allí, allí estoy yo...y escribo.






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